lunes, 18 de noviembre de 2013

Tratamiento e implantes cocleares

Cuando el niño es diagnosticado de hipoacusia el tratamiento debe ser multidisciplinar con la colaboración del pediatra, otorrino, logopeda, psicólogo y audioprotesistas. Es fundamental en el momento del diagnóstico la colaboración con la escuela y la ayuda de las asociaciones de sordos de cada Comunidad Autónoma.
El tratamiento consiste en la estimulación precoz del niño, un tratamiento logopédico adecuado y un tratamiento audioprotésico mediante audífonos o implante coclear.

Los implantes cocleares.
Un implante coclear es un dispositivo electrónico que puede ayudar a oír a personas que sean sordas. No restablece la audición normal, sino  que proporciona al niño sordo una comprensión útil de los sonidos ambientales y le ayuda a comprender el habla. Es decir, tiene una función completamente diferente a un audífono, cuya función es tan solo, amplificar los sonidos para que el oído pueda detectarlos. Los implantes cocleares estimulan directamente al nervio auditivo, evitando el oído dañado, por lo que la audición por medio de un implante coclear lleva un periodo de aprendizaje.
El implante tiene dos partes: una externa que se sitúa detrás de la oreja, y una interna que se coloca debajo de la piel mediante una pequeña intervención quirúrgica. Este complejo dispositivo viene equipado con:
  • Micrófono: Capta los sonidos del ambiente
  • Procesador del habla: Selecciona y organiza los sonidos que capta el micrófono
  • Transmisor y receptor/estimulador:Reciben las señales del procesador del habla y las convierten en impulsos eléctricos
  • Electrodos: Recogen los impulsos del estimulador y los envían al nervio auditivo
Los niños que pueden recibir implantes cocleares son aquellos que  presentan graves dificultades auditivas; lo adecuado es implantarlo lo mas rápido posible. Este dispositivo les proporcionará la capacidad de conversar  sin necesidad del lenguaje de signos ni de leer los labios.



¿Cómo se diagnostica la sordera en el recién nacido?

Hoy en día está aceptado que la detección de la hipoacusia infantil dentro del primer mes de vida, diagnosticarla a los 3 meses e iniciar el tratamiento en los primeros 6 meses, son básicos para evitar o minimizar importantes alteraciones en el niño. La única manera de alcanzar este objetivo es mediante la implantación del cribado auditivo universal a todos los recién nacidos.

Se utilizan dos métodos para evaluar la capacidad auditiva del bebé: 
  • Otoemisiones acústicas (OEA): Evalúa el funcionamiento del oído interno cuando es estimulado. Es una prueba muy sencilla que sirve para el cribado de la sordera en el recién nacido y que debería realizarse a todos los bebés al nacer. 
  • Potenciales auditivos evocados (PEA): Examina la respuesta eléctrica del cerebro al sonido para evaluar si el oído funciona correctamente. Es la prueba que da el diagnóstico definitivo. 

La incorporación de la detección precoz de hipoacusia en recién nacidos persigue:

  • Identificar desde el nacimiento cualquier deficiencia auditiva.
  • Iniciar el tratamiento y rehabilitación precoz.
  • Permitir el mejor desarrollo del lenguaje oral.
  • Conseguir la integración del niño/a con discapacidad auditiva.
  • Mejorar su comunicación, desarrollo intelectual, emocional, social, rendimiento escolar y su futuro profesional.

Consecuencias del retraso en el diagnóstico de la sordera

Existen consecuencias a varios niveles: 
  • Aprendizaje: El niño presenta un retraso en los aprendizajes en la escuela, no muestra interés por las actividades y tiene dificultad de memorizar canciones o poemas. El profesor puede notar que el niño no es capaz de recordar las indicaciones que se le han dado, que copia las actitudes de sus compañeros y le cuesta mucho aprender conceptos nuevos. Normalmente las relaciones con el resto de alumnos no son buenas y tiende al aislamiento. 
  • Lenguaje: Su desarrollo es muy lento o inexistente, utiliza unas estructuras lingüísticas muy sencillas y no se le entiende cuando habla. Tiene problemas de dicción y le cuesta aprender palabras nuevas o relatar una historia. El niño con un déficit en la audición tiene problemas para leer y escribir.
  • Relaciones sociales: Tiene un periodo de concentración muy corto, le cuesta mantener una conversación larga, no participa en los juegos con otros niños, se distrae con frecuencia, no le entretienen las películas ni los cuentos relatados, dice mucho “¿qué?”, parece que no obedece las órdenes que se le dan verbalmente. Muchas veces se etiqueta a estos niños como muy movidos, desobedientes y distraídos.                                                                                                                                                                                                                                        

Factores de riesgo de sordera en los niños

Existen factores que hacen necesario un cribaje de sordera cuando el niño nace y son niños que deben ser seguidos de cerca por el pediatra y sus padres.

Los factores de riesgo en el recién nacido son: antecedente familiar de sordera, infecciones intrauterinas (citomegalovirus, rubeola, sífilis, toxoplasmosis o herpes), malformaciones de la cabeza y el cuello, hiperbilirrubinemia grave, prematuridad y peso por debajo de los 1.500 gr, meningitis neonatal, toma de fármacos ototóxicos durante del embarazo, puntuación de APGAR bajo al nacer, ingreso en la UCI neonatal con ventilación mecánica durante más de 5 días y síndromes genéticos que asocian sordera.
Aproximadamente un 30% de las sorderas aparecen tardíamente cuando el niño es mayor de dos años. A partir de los dos años la observación del niño por parte de sus padres y educadores es fundamental para detectar precozmente la hipoacusia. Los factores de riesgo para padecer sordera en el niño mayor son: otitis media o serosa recurrente durante más de tres meses, traumatismo craneoencefálico grave, retraso en la adquisición del lenguaje, meningitis  o uso de medicamentos ototóxicos.


Para mas información sobre estos factores de riesgo en la hipoacusia infantil puedes pinchar en el siguiente enlace:

http://www.fiapas.es/FIAPAS/recursosdeayuda_a.html



Causas de la sordera en el recién nacido

Aproximadamente de 1 a 3 de cada 1000 recién nacidos son sordos. A grandes rasgos la mitad de los casos de sordera en el recién nacido son de causa hereditaria o genética (generalmente son los casos más graves). Por ello es importante informar al Pediatra si existe algún caso de sordera en la familia. Algunas formas hereditarias de sordera asocian otras malformaciones o problemas físicos como el síndrome de Waandenburg o el de Usher. Otras causas que pueden producir sordera en el recién nacido son las infecciones intrauterinas o los efectos secundarios de algunos medicamentos si se toman durante el embarazo.
El 80% de las sorderas infantiles están presentes en el nacimiento y el 95% de los niños sordos nacen en familias sin antecedentes de sordera.



El lenguaje de signos en la práctica educativa

En la práctica educativa, tanto maestros como especialistas pueden utilizar el lenguaje bimodal fundamentalmente como sistema de comunicación con el niño.

Esto nos permite hacer más natural la relación con él, ya que es posible comentar y expresar muchas más situaciones. Así mismo, el niño podrá expresarse con mayor precisión y amplitud.
Aunque se pretende que la adquisición de los signos sea natural, es interesante utilizar algunos signos de manera más sistemática, especialmente aquellos que se refieren a nociones fundamentales que pueden plantear más dificultades al niño sordo:
1) Nociones espaciales (dentro, donde, fuera, debajo...)
2) Nociones temporales (cuando, después, pronto, rápido, despacio...)
3) Nociones causales (porque, para...)
4) Categorías (tamaños, colores, formas...)
5) Preguntas concretas (qué hace, quién, cuántos...)
En general, el lenguaje de signos permite el desarrollo de actividades que sería muy difícil llevar a cabo con una comunicación exclusivamente oral:
  • Contar cuentos y secuencias lógicas de acción.
  • Planificar el juego, o las actividades que se van a hacer.
  • Comentar y recordar lo que se hizo el día anterior.
  • Explicar lo que sucede, por qué hay que hacer unas cosas y otras no.


Lectura labial

La lectura labial es la habilidad de llegar a entender un lenguaje a través del movimiento de los labios. Es, pues, un método visual, imprescindible para que el niño sordo pueda comprender la comunicación oral. La lectura labial es una tarea difícil. Complicada, lenta y relacionada principalmente con el conocimiento previo que tengamos del lenguaje.



El entrenamiento de la lectura labial:
Lo primero es cumplir las normas de comunicación que señalábamos anteriormente, a la vez que entrenamos al niño a que fije su intención en los labios.
La lectura labial no es una habilidad que entrene sólo el especialista, sino que es algo que todos los implicados en el proceso educativo del niño deben tener en cuenta y favorecer, ya que las mejores situaciones para practicar la lectura labial son las cotidianas y naturales, a través de los intereses del niño, cuando observamos que está receptivo, etc. Especialmente son los padres quienes, teniendo la necesidad de comunicarse con su hijo, y porque disponen de más tiempo para estar a su lado, deben ejercitar este apartado.
Lo principal es hablarles una y otra vez de las mismas cosas, hablarles de la “luz”, cuando la encendemos, cuando la apagamos, cuando un juguete tiene una luz intermitente... Cualquier momento es bueno para practicar, sin forzar. Le hablaremos sobre los objetos utilizados mientras se le baña, mientras come, de lo que vemos mientras paseamos por la calle, el zoo, el campo... Estas situaciones son tanto o más útiles que las situaciones concretas de trabajo.
Mecanismos que facilitan la lectura labial:
Ni el niño sordo ni nadie podrá leer en los labios una palabra que no conoce.
Además sólo por lectura labial es difícil que el niño sordo aprenda a hablar ni a entender el lenguaje. Por tanto, lo primero que tenemos que lograr es que adquieran un vocabulario, para que posteriormente lo puedan leer en los labios.
Para conseguir este objetivo es necesario utilizar todos los recursos que tengamos, y sean más accesibles para hacer llegar nuestro mensaje al niño sordo:
1) Pistas visuales: Hay que apoyarnos, al principio, en todas las pistas perceptivas de que dispongamos para que vaya conociendo las palabras, y vaya asociando un determinado movimiento de los labios con una palabra. Cuando le hablemos de la silla señalémosla, mostremos distintas fotos de sillas, hagámosle un dibujo...
2) Contexto natural: Presentémosle las palabras dentro de un contexto familiar, cotidiano. Hablémosle del peine cuando lo tiene en la mano y se está peinando; del vaso cuando está bebiendo.
3) Utilización de la mímica: Podemos acompañar la palabra con un gesto natural, o un signo. El niño adquirirá primero el vocabulario a través de la mímica, y a la vez comenzará a asociar un determinado movimiento de los labios con un determinado gesto o mimo.


Lenguaje oral en el niño sordo

La adquisición del lenguaje oral es una tarea larga y difícil para el niño sordo, que exige unos esfuerzos constantes. Durante los primeros años, el niño no encontrará la misma satisfacción que el oyente en el hecho de hablar, ya que su lenguaje será aún muy pobre y le entenderán muy pocas personas. Durante estos años se servirá del lenguaje oral para pedir cosas, pero difícilmente para expresar sus sentimientos, sus dudas... Estas dificultades refuerzan el planteamiento de facilitar el aprendizaje del lenguaje oral en situaciones de juego, que motiven al niño, y en los que encuentre alguna compensación a sus esfuerzos.

La pérdida auditiva del niño sordo, y su consiguiente imposibilidad de percibir la mayoría de los sonidos, obliga a tener en cuenta un conjunto de normas elementales de comunicación. Por delante de todas ellas hay que tener siempre presente que la comunicación supone intercambio, atención compartida y referencia conjunta. Cualquier programa para el desarrollo de la comunicación y del lenguaje debe estar basado e estos prerrequisitos:
  •  Lo más importante es que el niño nos mire a la cara cuando hablamos, que vea nuestro rostro. Esto debe conseguirse sin obligarle; debe ser la expresión, la mirada, la mímica corporal, los gestos faciales..., los que lleven al niño a buscar nuestra cara durante la comunicación. Si queremos dirigir su mirada orientando su cara con nuestra mano cada vez que queramos hablarle, es muy probable que con el tiempo esto le resulte desagradable y que, a la larga, se produzca un bloqueo en la mirada. 
  • Nuestro rostro debe estar frente al del niño, no de lado ni ligeramente ladeado, con el fin de facilitar la lectura de los labios. La mejor situación es que nuestro rostro esté a la altura de los ojos del niño, por lo que el adulto debe adaptarse para conseguir este objetivo en los intercambios comunicativos.
  •  Hay que procurar no hablar deprisa, fundamentalmente para que el niño pueda apreciar mejor el movimiento de los labios, pero sin que una excesiva lentitud dificulte la percepción de cada palabra como una totalidad, ni la secuencia de palabras.
  •  Hay que vocalizar claramente, pero sin exageración, ya que se puede llegar a deformar la articulación y el movimiento de los labios en el intento de facilitar la lectura labial.
  • No hay que utilizar una comunicación excesivamente reducida. Hay que emplear frases sencillas, pero completas. No utilicemos nunca un estilo telegráfico; proporcionaremos al niño modelos gramaticales sencillos, fundamentales para la construcción del lenguaje.
  • Hay que hacerse entender, darle al niño todas las pistas posibles -gesticulación, mímica, etc.- que le ayuden a comprendernos y a conectar con él. Si nuestro rostro no sugiere nada el sordo dejará de atenderlo.
En general, se trata de ser expresivos, y para ello hay que recurrir a todos los medios: hay que comunicarse con los labios, con las manos, con los ojos, con todo el cuerpo.

El papel del maestro de apoyo especialista en la educación del niño sordo

En la gran mayoría de los casos, la integración del niño sordo requiere la presencia de un maestro especialista de la educación del niño sordo que colabore con el maestro dentro del aula de integración para favorecer el progreso del niño y su aprendizaje.

Igualmente debe tener competencia suficiente para utilizar los medios de expresión y comunicación que se ajusten mejor a sus posibilidades. Esta preparación específica del maestro de apoyo para colaborar con éxito en el desarrollo del niño sordo incluye también el conocimiento del lenguaje de signos. Parece razonable que entre las habilidades que debe poseer el maestro de apoyo o el logopeda que trabaja directamente con el niño, para ayudarle a resolver los problemas que encuentra en clase o hacerle más fácil la comprensión de lo que se transmite en el aula, esté el conocimiento del lenguaje propio de los sordos. Esto no quiere decir que este lenguaje deba ser utilizado necesariamente con elniño sordo. Dependerá en cada caso de las posibilidades educativas del niño y de la mayor o menor necesidad de emplear varios sistemas de comunicación con él. La decisión más adecuada depende también de la historia comunicativa den niño y del proyecto pedagógico del centro en relación con la integración del niño sordo. Otro de los puntos que suscitan discusión es el de la forma concreta de llevar adelante el apoyo que el niño necesita. De nuevo aquí hay que comenzar señalando que depende de las características del niño y de sus posibilidades comunicativas y de aprendizaje. No obstante, es posible indicar situaciones más diferenciadas: ayudando al maestro tutor o trabajando fuera de la clase en el aula de apoyo o aula de logopedia.
En la primera situación, la colaboración puede a su vez adoptar diversas modalidades. En unos casos, el maestro de apoyo necesita y prepara materiales, información, textos..., para que el tutor los utilice en clase con el niño sordo. En otros casos, puede trabajar directamente con el niño sordo, explicándole los temas que se han suscitado, clarificándole interrogantes y presentándole un plan de trabajo más adaptado al nivel del niño sordo. Finalmente puede también realizar su tarea con un grupo de alumnos entre los que está el niño sordo. De esta forma, no sólo explica la información, sino que al mismo tiempo puede impulsar, canalizar y facilitar la comunicación y el intercambio en el trabajo entre alumnos oyentes y el alumno o alumnos sordos. Esta modalidad grupal, incluso cuando se realiza fuera de clase, tiene un enorme valor pedagógico y contribuye a favorecer la integración delniño sordo.

En la segunda situación, el maestro de apoyo trabaja con el alumno fuera de la clase, en el aula especializada o de apoyo. Normalmente este trabajo se centra en la adquisición y desarrollo del lenguaje y/o en el aprendizaje de materias que son difícilmente asimilables con los compañeros oyentes. Aquí también la organización del trabajo puede ser individual o en pequeño grupo.

Integración escolar del alumno con déficit auditivo

La primera cuestión importante que surge al plantearnos la programación escolar más adecuada para el desarrollo de los aprendizajes escolares del niño sordo es el tipo de escuela en la que el alumno va a ser escolarizado: una escuela ordinaria de integración, con sus diversas posibilidades, o una escuela específica para sordos. Sin embargo, esta primera decisión es solamente una de las que deben realizarse en relación con el programa educativo más adecuado para el desarrollo del niño sordo. Las importantes diferencias que existen entre los alumnos sordos exigen una consideración diferencial e individualizada de sus necesidades y, por tanto, del currículo escolar correspondiente. Sin duda, aquí se encuentra una de las claves de las posibilidades de progreso en los aprendizajes escolares del alumno sordo: la aceptación consecuente de la organización escolar, los objetivos y métodos pedagógicos, las ayudas proporcionadas, la distribución de materias y el horario escolar, etc., tiene que adaptarse a los niveles de cada alumno, a sus posibilidades de aprendizaje en cada momento. La decisión a favor de la integración exige un proyecto educativo y encierra en sí misma la necesidad de ir estableciendo la forma específica en la que va a concretarse esa integración para cada uno de los alumnos sordos escolarizados.


Videos tutoriales

Los colores




Los animales





Las partes del cuerpo






Los días de la semana y los meses del año





Actividades

SOY UN ANIMAL


Destinatarios: a partir de 2-4 años.
Material: dados y tarjetas de imágenes (flashcards) con el mismo vocabulario.
Desarrollo: 
Enseñamos a los niños las señas de los animales a través de las tarjetas de las tarjetas en diferentes lugares y se moverán por la clase o alrededor de las mesas. Adoptarán el rol de animal que haya salido en el dado.
Moviéndose por la clase buscará la tarjeta de su animal, cogiéndola o tocándola para decir su seña.
Simple, pero divertido para los más pequeños.
Variantes:
Podemos cambiar el contenido de la actividad (animales) por otro: transportes, objetos, acciones, etc.
Si el número de alumnos es muy grande podemos organizarnos en diferentes agrupaciones, teniendo de este modo diferentes versiones de un mismo juego: parejas, pequeño grupo, medio grupo, gran grupo.

LA BOMBA

Objetivos:
- Objetivos generales:
1. Identificar el momento de intervención durante el desarrollo del juego.
2. Conocer adecuadamente las reglas del juego así como respetarlas.

- Objetivos específicos:
1. Ejecutar correctamente tanto el pase como la recepción del balón.
2. Visualizar correctamente el tiempo de duración del juego e intervenir en los momentos oportunos.

Competencias básicas:
- Competencia matemática: ya que una de las premisas de la actividad es contar hasta 20 y los compañeros tienen que desarrollar la habilidad de comprender y relacionar los números con las acciones.
- Autonomía e iniciativa personal: ya que han de elegir las diferentes acciones a realizar según su criterio propio.

Metodología:
La metodología a seguir será de instrucción directa y asignación de tareas. El profesor pondrá ejemplos de la tarea a realizar a través de si mismo o de algún alumno.
- Tipo de juego: Psicomotricidad.
- Número de participantes: todo el grupo, la clase.
- Duración: hasta que uno gane.
- Espacio: este juego, al no necesitar materiales específicos (únicamente una pelota), puede jugarse tanto en el interior como en el exterior.
- Materiales: una pelota de goma.
- Normas: el que está en el centro decide si debe contar más deprisa, más despacio, etc.

Desarrollo:
Se coloca a un niño en el centro de un círculo hecho por lo demás. Mientras el que está en el medio cuenta hasta 20 con los ojos cerrados, los demás están pasándose la pelota. Cuando el que está en el medio termina de contar dice: ¡Bomba!, la persona que en ese momento tenga la pelota se sienta en el suelo con las piernas abiertas. Cuando se inicia otra vez el juego se tiene que saltar a la persona que está en el suelo y así poder pasarla al siguiente compañero. Gana el último que queda de pie.